Cronica Narrativa- Milagros Zarazaga
Acción Social
Cómo es “El Galponcito”, el proyecto solidario organizado por jóvenes en Barrio Chino, Córdoba.
Un proyecto que brinda apoyo escolar y talleres a niños, adolescentes y madres, liderado por jóvenes del Ateneo Juventus, creando esperanza y comunidad.
Voluntaria enseñando a una niña del barrio
En el corazón de Barrio Chino, un vecindario marginado de la ciudad de Córdoba, un pequeño galpón ha cambiado las vidas de quienes lo habitan. “El Galponcito”, como lo llaman con cariño, es mucho más que un espacio físico. Es el epicentro de un proyecto de acción social impulsado por los jóvenes del Ateneo Juventus, una organización juvenil católica comprometida con el servicio comunitario. Donde antes había frío y vacío, hoy hay calor humano, esperanza y un sentido de pertenencia que trasciende los muros de cemento y chapa.
El nacimiento de una idea
Corría el año 2016 cuando el Ateneo Juventus empezó a utilizar el galpón como depósito para sus vans. Pero algo más grande estaba gestándose. Un grupo de universitarios, inquietos por la realidad que se vivía a solo unos metros de ellos, decidió que no bastaba con guardar vehículos en ese espacio; querían dejar una huella más profunda. Tras caminar por el barrio, conversar con sus habitantes y preguntar por sus necesidades, comenzaron a tejer una red de apoyo. Así nació la idea de “El Galponcito”, un lugar que se convertiría en refugio, escuela y hogar para quienes más lo necesitaban.
El día a día en El Galponcito
Es sábado por la mañana y el galpón comienza a llenarse de voces y risas. Los niños llegan puntuales, algunos de la mano de sus madres, para participar en las actividades que han transformado sus rutinas. "El galponcito llegó como un milagro; falleció mi esposo y yo quedé sola con 8 hijos. Gracias al galpón mis hijos recibieron la contención y cuidados que en su momento yo no les pude dar", expresa Adelaida, madre del barrio.
A las 9:30 comienza la catequesis, un espacio donde no solo aprenden sobre la fe, sino también sobre valores fundamentales que guiarán su crecimiento, tal como manifiesta Mercedes Alvarez, catequista del barrio "Para los niños, la imagen de Dios en la situación en la que viven, es un símbolo de esperanza, y de valores que los alientan a salir adelante, por eso apostamos arduamente en que crean que ellos si tienen otra salida" .
Luego viene el desayuno, ese momento que para muchos representa la única comida completa del día. "Es un regalo que nuestros hijos reciban un plato más de comida al día, nosotros no nos podemos dar ese lujo", expone Adelaida.
Consuelo Villalba, madre voluntaria nos cuenta que "Si los chicos reciben apoyo escolar con la panza vacía, de nada sirve. Ellos necesitan primero satisfacer ciertas necesidades fisiológicas, para recién ahí pensar en aprender. Es por eso que siempre se empieza por el desayuno."
A las 10:00, las clases de apoyo escolar toman protagonismo, un voluntario por niño o, si el número es mayor, en pequeños grupos. La enseñanza va más allá de las matemáticas y la lectura; aquí se enseña a creer en un futuro diferente.
La cancha, que los mismos vecinos y voluntarios han ayudado a mantener, se convierte en un campo de juego donde los niños corren, ríen y, por un rato, olvidan las dificultades de su entorno. El objetivo de este espacio es que ellos puedan sociabilizar, relacionarse, y conocer un ambiente sano, viviendo una niñez digna; lejos de la droga, explotación infantil, hipersexualización, y maltrato.
Tal como es expresado por los niños, el galponcito es un espacio donde se sienten contenidos por los voluntarios, recalcando el trato hacia ellos. Muchos también lo ven como un espacio donde tienen que estudiar; hay quienes lo toman como algo bueno, y a quienes les aburre, pero siempre viendo al galponcito como ese espacio donde pueden jugar, divertirse, acercarse a dios, y por supuesto, aprender.
Mientras tanto, un grupo de adolescentes se reúne cada dos sábados para trabajar en su proyecto de vida, explorando caminos que los saquen del círculo de pobreza y marginalidad.
Los voluntarios detectaron que una vez que los chicos terminan o dejan el colegio, empiezan a desviar su vida y propósitos por el mal camino; por ende se tomó la decisión de hacer lo posible por erradicar esta situación, y ayudar a estos jóvenes que también lo necesitan. Es por eso que se les propone visitar la ciudad universitaria, conocer otras realidades y actividades que los impulsen a soñar en grande. Esto les permite salir del barrio, y mostrarle que esa realidad que a ellos les parece inalcanzable, con esfuerzo, y el apoyo del galponcito, ellos son totalmente capaces de alcanzar sus metas.
Grupo de adolescentes del barrio conociendo Los Gigantes
Las madres, el alma del proyecto
Los lunes por la tarde, el galpón se transforma de nuevo. Esta vez, son las madres del barrio las que toman el espacio. Aquí, participan en talleres de costura, manualidades y, sobre todo, en conversaciones. "Gracias a estos talleres, hoy puedo vivir de la costura", expresa Yanina.
Este es un espacio de desahogo, de encuentro y de construcción conjunta. Son ellas quienes, con su esfuerzo, colaboran en el mantenimiento del galpón, lo que refuerza su compromiso con el proyecto. Muchas han aprendido nuevas habilidades, mientras que otras han encontrado en estos talleres un lugar donde ser escuchadas.
El impacto en la comunidad
A lo largo de los años, El Galponcito ha crecido y ha fortalecido sus raíces en el barrio. La comunidad, en su totalidad, participa de alguna forma. Cada rincón del galpón lleva consigo historias de solidaridad. El equipo de visitas, que recorre el barrio cada sábado, ha permitido conocer más de cerca las necesidades de las familias, incorporando nuevas personas al proyecto y garantizando que la ayuda llegue a quienes más la necesitan.
Carolina Caeiro, una de las voluntarias que ha estado desde el principio, reflexiona sobre el impacto del proyecto: "Ya es parte de mi vida, la gente del barrio es parte de mi familia. Nos conocemos, nos ayudamos, y lo que hacemos no es solo para ellos, sino para nosotros también. La permanencia es lo más importante. A veces basta con mirar y encontrar el espacio donde podemos ser útiles".
Testimonio de la voluntaria a cargo Carolina Caeiro
Un futuro lleno de esperanza
El futuro de El Galponcito es tan brillante como los sueños que ha sembrado en quienes lo frecuentan. Los jóvenes del Ateneo Juventus han demostrado que, con perseverancia y amor, es posible transformar vidas. El galpón, que alguna vez fue solo un depósito frío, es hoy un hogar para más de 120 personas que, cada sábado, encuentran en él un refugio.
El barrio, aunque pequeño y marginado, ahora está lleno de vida, esperanza y vínculos que fortalecen a la comunidad. En cada desayuno servido, en cada tarea completada, y en cada abrazo compartido, El Galponcito sigue demostrando que, cuando se une el esfuerzo con el corazón, se puede lograr un cambio real y duradero.

Comments
Post a Comment